Sunday, July 30, 2006

El silencio es la oscuridad. Quiero decir, el silencio total es la oscuridad total. Pero una habitación iluminada sólo por velas es una especie de oscuridad, y entonces se puede aceptar que ciertos sonidos son como silencios. Dos personas calladas, abocadas a ciertas actividades silenciosas en una habitación vacía (es decir, una habitación que contiene todo lo que suele tener cualquier habitación, a saber: una mesa, al menos dos sillas, un mueble con ciertas características y adornos, una ventana, paredes seguramente blancas y por supuesto las dos personas que quizás están escribiendo o leyendo, o cada uno en lo suyo y que cada tanto se miran y sin palabras se dicen que sí, que están cómodos, que ese silencio que no es tal – ya se verá por qué – no es malo y les basta eso, una mirada, para saber que hay muchas palabras en el aire que no es necesario decir).
Como decía, dos personas, digamos un hombre y una mujer que, digamos, se aman (este detalle no es excluyente) y que están en una habitación vacía (vacía como ya expliqué, aunque quizás me faltó agregar que puede haber un termo y un mate que quedó suspendido), pueden estar escuchando música (de hecho, están haciéndolo) y, sin embargo, los rodea un silencio. Una clase de silencio que si bien no es un auténtico silencio, es mucho mejor, en el sentido de que, sin la tristeza y posible tensión de un silencio total, todavía tiene las ventajas de un buen silencio compartido. Todo esto se percibe justamente en los momentos en que la situación cambia, o sea, cuando el reproductor reproduce esa virtual representación del silencio que existe entre una canción y la siguiente, o cuando una de las personas habla en voz alta para decir cualquier cosa.

Las velas siguen encendidas, la oscuridad insinuante que producen está a salvo. Afuera hay seguramente viento y cielo y estrellas. Quizás ya la luna. ¿Será ya la hora en que es hora de mirar la hora? En mi muñeca hace tic-tac el tiempo, aún ajeno a nosotros, suspendidos en este silencio con letra y música, en esta oscuridad de velas compartidas. Lejos, a miles de metros y a unos pocos también, las olas de un mar abandonado en la noche van y vienen sobre la arena. Es probable que algún reflejo brille en el movimiento eterno del agua. Entre los sonidos que crean este rico silencio se oyen como detalles decorativos los movimientos leves de la mano izquierda de ella, de la derecha de él. Las respiraciones. Hojas para adelante y para atrás. Lapiceras apoyándose indefinida cantidad de veces sobre los papeles antes blancos y ahora a medio azul.

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