Sunday, July 30, 2006

-Quisiera salir de mí.
La frase duró unos segundos en el aire, como si un eco inexistente hubiera hecho continuar el sonido más allá del sonido. Las tres personas que estaban allí lo miraban sonrientes, como si se tratara de una broma. Él los miraba sin expresión, sus facciones no parecían denotar ningún sentimiento, ninguna sensación. La música sonaba fuerte y monótona, la habitación estaba llena de gente. Estaban en un rincón del lugar donde se desarrollaba la reunión.
-Quisiera salir de mí.
Lo repitió porque sabía. Miraba sus caras desencajadas, sus ojos inundados de alcohol, sus venas recorridas por sustancias ajenas. Sabía que no estaban allí, aunque los viera. Sabía que no habían entendido sus palabras. Y por supuesto sabía que no las entenderían aunque las repitiera mil veces.
Mientras oía en su cabeza la pronunciación de cada palabra de la frase, pensaba en ellos. Los veía en cierta forma perdidos. Pensaba en la necesidad de desaparecer, de sumergirse en ese océano de sensaciones falsas, en esa alucinación sonora, ese ascenso que precedía siempre a una estrepitosa caída.
Ellos seguían mirándolo, tratando de entender qué había dicho, o quién había hablado. Los sonidos, después de todo, ya estaban perdidos en el ruido general. La frase ya había sido olvidada. La vida seguía. La música, dentro de todo, era casi agradable, la gente era casi divertida, no hacía mucho frío, y todavía había muchas bebidas para elegir.
Pero en su cabeza, en la cabeza de él, la frase no desaparecía, porque no había sido traída. Lo seguía a todas partes, era una parte enquistada de su pensamiento, era parte de él, era él. Quería salir de sí.
Las tres personas que estaban allí sin estar, dejaron de estar y un silencio inventado lo rodeó todo. De repente toda la gente se convirtió simplemente en gente. De pronto nadie tenía cara ni cuerpo, eran sólo seres bailando, caminando, riendo, tomando. Sus voces no sobrepasaban la música, pero se oía el murmullo constante como prueba de su existencia. Sus voces eran parte fundamental de la música. Todo junto era la banda de sonido de esa noche.
El sillón vacío le pareció enorme y deformado. Le pareció inútil el espacio. Se recostó. Cerró los ojos para mirar detenidamente el silencio que se forma cuando el ruido es casi constante. Ese arrullo inexistente de, por ejemplo, el mar, cuando hay mar, o del viento en un valle. Cerró los ojos y percibió los movimientos de las personas. Sentía el ruido particular de cada uno.
-No hay nadie acá.
¿Lo dijo en voz alta? No hubo sonidos, pero eso no decía nada. Sintió su boca moverse a la par de sus pensamientos, pero igual dudó. Alguien le tocó el hombro.
Se incorporó para dejar lugar a ese alguien que había aparecido de la nada. Mientras se enderezaba y ella se sentaba la miró con la extrañeza que hubiera experimentado si hubiera visto salir a un personaje de una pantalla de cine. Alguien que se había hecho de repente real.
-¿Estabas durmiendo?
Su voz se oía. Por sobre la música. Era real. Sonaba un poco a papel de lija. Como si una lija pudiera hablar. Tenía un vaso de algo en una mano y un cigarrillo en la otra. Sonreía estúpidamente, o inteligentemente. Nunca se sabe con certeza.
-No, pensaba.
Dijo la frase y supo que detrás venía la pregunta obvia. Y se arrepintió de su frase.
-¿En qué pensabas?
No. Una cosa es mantener una insignificante conversación con una desconocida que en minutos apenas desaparecerá nuevamente cuando la pantalla de su película se la trague, y otra muy distinta es responder a esa pregunta seriamente. Su presentimiento constante era que si decía las cosas que pensaba realmente, alejaba a la gente. Y si inventaba cualquier cosa trivial, sentía que desaparecía en esa nada de seres musicales.
Sin saber por qué, optó por la versión más parecida a lo real. Intentó explicar sus pensamientos. Si esa sonrisa era inteligente y no estúpida, entonces quizás la noche cobrara algún valor después de todo.

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