Sunday, July 30, 2006

Por momentos me imagino el presente decorado de palabras que busco en las bolsas de mi inconsciente. En las paredes de mi cerebro de sentimientos se esconden los significados. Estoy desde hace años y años buscando la palabra que me devuelva la tranquilidad. El sosiego de saber que ya no tengo nada que decir... la última palabra.

Y por momentos me pregunto si realmente tengo algo para decir, o sea, si es verdaderamente necesario para alguien más. Si descontándome a mí, existirá alguien en el mundo que necesite de las cosas que quiero (o creo querer) escribir.

Porque esto de escribir, de pensar al mundo en palabras, es complicado, es casi esquizofrénico. Me refiero a que si intento aprehender el mundo con palabras, es seguro que me estoy perdiendo algo. Las palabras no existen, no son algo verdadero, simplemente describen lo que si existe. Las cosas son cosas, las personas son personas, los sentimientos son sentimientos. Las palabras... no son nada.

La palabra “palabra” puede ser el eslabón inicial de una cadena que lleva irremediablemente hasta la palabra “palabra”. Podría comenzar así: ¿qué significa la palabra “palabra”?

“Conjunto de letras que tienen un significado”, podría responder alguien.

Bien, le digo, ahora decime qué debo entender por “conjunto”, “letra”, “tener”. Y ni hablar de “significado”.

No considero necesario proseguir. Cualquiera puede hacerlo consultando un diccionario. Hasta la mejor enciclopedia de la lengua española, (o de cualquier lengua, que para el caso es lo mismo) cae en lo mismo. Si uno dedica algunos minutos de algún día a recorrer los laberintos blancos de las páginas de un diccionario, se encontrará pronto dando vueltas en círculo.

Por lo tanto... sobran conclusiones.
Palabras que son gruñidos perfeccionados por monos perfeccionados.

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